7 de Julio Día Internacional de la Conservación del Suelo: Cuidar la vida que sostiene la Vida

Jul 08, 2025

Por Brenda Dominguez Díaz

Como sucede cada 7 de julio, se conmemora el Día Internacional de la Conservación del Suelo, una fecha que invita a que nos detengamos y reflexionemos sobre uno de los elementos más fundamentales, complejos y olvidados del planeta: el suelo. Comúnmente reducido a la idea de que es un “recurso natural”, el suelo es mucho más que eso, más que un soporte para la agricultura o una materia prima para la producción. El suelo es un ecosistema que está vivo, es una red de relaciones ecológicas que sostienen la vida terrestre y cuya degradación pone en riesgo la biodiversidad, el equilibrio climático y la seguridad alimentaria de las generaciones futuras. 

Me resulta imposible celebrar esta fecha sin denunciar la invisibilidad social y política que enfrenta el suelo, así como sin reconocer su enorme valor ecológico, cultural y ético. Hoy más que nunca, su conservación debe ser una prioridad, ¿por qué debe ser así?, sencillamente porque el suelo es el resultado de un proceso lento y dinámico que puede tomar cientos o incluso miles de años para que se forme, tan solo para que se forme un centímetro de un suelo fértil, deben transcurrir al menos 100 años, dependiendo de los factores formadores como es el clima, la topografía, la roca madre y la actividad biológica. Se estima que para la formación de un suelo sano apto para  producción agrícola, deben de pasar al menos de 3,000 a 12,000 años, por ello, se debe entender que el manejo sostenible de los suelos es la base de la seguridad alimentaria, la resiliencia y la adaptación al cambio climático.

Contrario a la percepción de que es una sustancia inerte, el suelo está lleno de vida, por ello se le considera como un ecosistema vivo. En un solo centímetro cúbico de suelo pueden existir miles de millones de microorganismos, entre ellos podemos encontrar bacterias, hongos, protozoarios, actinomicetos, sin contar los insectos, las lombrices y micorrizas. En fin, hay cientos de miles, tanto de macrofauna como de microfauna, está biodiversidad edáfica ayuda a cumplir funciones fundamentales del suelo entre las cuales destacan: 

 

  • La participación en los ciclos biogeoquímicos del carbono, el nitrógeno, el fósforo y otros nutrientes.
  • La regulación del ciclo hidrológico permitiendo la infiltración y purificación del agua.
  • El almacenamiento de carbono en forma orgánica, el suelo contiene más carbono que toda la vegetación del planeta junta, ayudando a mitigar el cambio climático. 
  • La proporción de un medio físico y nutritivo para el crecimiento vegetal. 
  • El albergue de vida silvestre subterránea, muchas veces invisible pero esencial.

 

Por lo anterior, el suelo no solo sostiene la vida, es vida. Su salud está íntimamente ligada a la salud del planeta. 

A pesar de su relevancia, el suelo enfrenta una crisis global: más del 33% de los suelos del mundo ya están degradados y al menos 75% de los suelos en América Latina presentan problemas de degradación. Este proceso implica la pérdida progresiva de sus funciones ecológicas, su fertilidad, estructura, su biodiversidad y su capacidad de almacenar agua o capturar carbono. Las principales causas de la degradación son:

 

  • La erosión hídrica y eólica, acelerada por la deforestación y la agricultura sin cobertura vegetal.
  • La contaminación química, que es producto del uso intensivo de fertilizantes y plaguicidas. 
  • La compactación por el uso de maquinaria pesada y sobrepastoreo. 
  • La pérdida de materia orgánica, debida al laboreo intensivo y quema de residuos vegetales  
  • La salinización causada por riego inadecuado, especialmente en zonas áridas. 

 

Estas alteraciones no solo afectan la producción de alimentos, también comprometen la estabilidad de los ecosistemas, aceleran el cambio climático y generan conflictos territoriales. La degradación del suelo es una forma de colapso ecológico que ocurre debajo de nuestros pies, muchas veces sin que nos demos cuenta. 

Reducir el suelo a un recurso económico es un error ético y epistemológico; esta visión instrumental ha llevado a su sobreexplotación, fragmentación y pérdida. Ddebe existir ética hacia él. Desde un enfoque ambientalista y de justicia ecológica, el suelo debe ser considerado como un sujeto de cuidado, una entidad viva que forma parte del entorno del que también los seres humanos somos parte. La conservación de suelo implica entonces reconstruir nuestra relación con la Tierra, no solo se trata de cambiar técnicas agrícolas, sino de cambiar nuestras formas de habitar y entender el territorio. 

Desde la ciencia, la agroecología y los saberes comunitarios, se han desarrollado numerosas prácticas para proteger la salud del suelo. En la agroecología  el modelo agrícola está basado en la diversidad de cultivos, el reciclaje de nutrientes y la integración con el ecosistema, en ella se emplean técnicas como los cultivos de cobertura y la rotación de cultivos, los cuales previenen erosión, mejoran la estructura del suelo y aumenta su biodiversidad. Por otro lado, la implementación de abonos orgánicos y compostaje restituyen la materia orgánica reactiva en la vida microbiana; así también, la reforestación y sistemas agroforestales restauran la cobertura vegetal y estabilizan el suelo. Algo no menos importante es la educación ambiental, esta es clave para sensibilizar a la sociedad sobre la importancia del suelo en todos los niveles educativos comenzando desde el preescolar. Por último, las políticas públicas con enfoque regenerativo, son necesarias para proteger suelos vulnerables y evitar prácticas destructivas. 

El 7 de julio no debe ser una simple efeméride ambiental, al contrario, debe ser una llamada profunda a revalorar lo que no se ve pero que lo sostiene todo. El suelo no es un recurso explotable, es un organismo vivo, es historia geológica y biológica, es memoria de los territorios, el sustento de nuestras culturas. Proteger el suelo es proteger el agua, el clima, la biodiversidad y nuestra capacidad de alimentarnos, es reconocer que no hay futuro posible sin suelos vivos y sanos, es también un acto de responsabilidad solidaridad intergeneracional y compromiso ético con la Tierra.

Conservar el suelo no es solo una cuestión agrícola, es un deber ético, es proteger el derecho de las generaciones futuras a cosechar alimentos sanos, respirar aire limpio y vivir en ecosistemas estables.  Las soluciones existen y están en nuestras manos, prácticas como la agroecología que implementamos en Padre Huerto son un ejemplo de ello.



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